En su escrito Collazoul reflexionó: “Nuestra ciudad de Concordia sufre las consecuencias de la inusual creciente del río Uruguay, como también otras poblaciones de la costa. Esta situación conlleva un momento muy difícil para muchas familias. El agua ha entrado en sus casas, las pérdidas materiales son muchas, han debido ser evacuadas o autoevacuadas, deben afrontar días de precariedad y la angustia de no saber cómo será luego el recomenzar. Pero al mismo tiempo vemos cómo la solidaridad de la comunidad se hace presente: la tarea de las autoridades, de las organizaciones de la sociedad civil, de las fuerzas de seguridad, de grupos animados por una fe operante en la caridad, de personas que renuncian al pesimismo estéril para brindar ayuda material,

espiritual y afectiva a los hermanos en situación de necesidad.¡Cómo nos alienta ver a tantos que dan generosamente su tiempo y sus capacidades!”.

A su vez el obispo de Concordia señala que “la vida ofrece tragos amargos y golpes no esperados, como muchas veces comprobamos. La vida es fracaso para el que entonces deja de luchar. Pero también la vida es esperanza para el que persevera, lucha en la desventura y no se rinde. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, nos dice Jesús (Mt 11,28)”, citó Collazuol.  

De esta manera, el obispo aconsejó que “aunados en el esfuerzo de los que sufren la adversidad para salir y reconstruir, la cercanía y solidaridad de la comunidad para ayudar, y la gracia del Señor Jesús que fortalece y alivia, también el dolor que trae esta creciente del río podrá superarse nuevamente y dejar mucho bien en nuestra sociedad, en especial  ese bien tan grande que es la fraternidad y el esfuerzo compartido por el bien común”.

Por último, el mensaje se dirige “para todos, para los que han debido dejar sus casas y para los que los  acompañan con su ayuda, con cercanía espiritual y afectiva, invoco al Señor Jesús los bendiga, alivie y fortalezca”.