Una vez de regreso al suelo argentino, Antonella comentó a Diario Río Uruguay que “salimos el sábado 31 de mayo, en un camión de un chico paraguayo hasta la frontera de Paso de los Libres. Cuando llegamos ya era de noche y no la podíamos cruzar caminando, entonces pedimos permiso a los gendarmes y armamos la carpa ahí mismo. Al despertar del día siguiente un hombre que era de Uruguayana nos cruzó y nos dejó en una estación de servicio”.
Al tiempo que con un reflejo de temor que aún podía percibirse en su rostro, la joven destacó que “esa primer noche en Paso de los Libres nos acostamos a dormir en la carpa y se levanto mucho viento, la carpa se movía de un lado a otro sin parar. En ese momento me pregunte: ¿Qué hago acá? Solo quería llorar y me decía a mi misma ¿quién me mando a venirme? Pero después el viento calmó y no tuve otro miedo así”.
Continuando con su relato, Peri mencionó que “en esa estación de servicio de Uruguayana estuvimos unos 15 minutos. Luego paró un hombre y nos llevó directo a Porto Alegre, sin escalas. Tuvimos suerte, pero el viaje fue una eternidad porque nos fuimos de ahí a las 23 horas y llegamos al otro día a las 11 de la mañana”.
Llegadas a Porto Alegre, las jóvenes comenzaron a vivir otros grandes desafíos como aprender a vivir solas, administrarse, dormir, comer, trasladarse, entre otros obstáculos de forma muy gasolera, que supieron sortear a la perfección. “En Porto Alegre estuvimos ocho días, luego visitamos Florianópolis, San Paolo unas cinco noches y en Río de Janeiro estuvimos nueve noches. Finalmente retornamos a Porto Alegre donde vivimos cuatro días más antes de regresar”, repasó Antonella.
En este marco, la concordiense recordó que “en Río de Janeiro vivimos en una favela, pero la verdad es que nos llevamos otra impresión, la vida es muy tranquila ellos tienen un código, nadie se mete con nadie de la favela ni se roban entre ellos, por eso dejaban los autos abiertos sin problemas. De ahí que los actos de delincuencia se dan en el sector turístico. Pero también allí vivimos una experiencia muy linda, nos desprendimos de prejuicios y nos manejamos muy bien”.
El primer partido de Argentina lo palpitaron en una multitudinaria “fan fest” montada en la playa de Copacabana y luego se la rebuscaron para acompañar -a su forma- a la selección albiceleste, en las distintas presentaciones.
Con respecto al viaje de retorno afrontaron las mismas peripecias que en el de ida, Antonella Peri puntualizó que “la particularidad del viaje de regreso fue que una vez que pisamos Argentina, en Corrientes nos separamos con Yani porque como ella es de Curuzú Cuatía decidió visitar a su familia, antes de volver a Concordia”.
Una experiencia “increíble” como ellas la denominan, que sin duda quedará marcada a fuego en sus respectivas memorias y que representa un antes y un después en sus vidas.