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En algunos casos sus tareas laborales se redujeron a lo mínimo, pero en otros, más perjudicados por el contexto, sus profesiones y trabajos directamente no tenían posibilidades. Literalmente, sus actividades quedaron marcadas con una cruz en un mundo que -todavía- busca reducir la movilidad de personas para evitar la multiplicación de contagios.

Guillermo Federico Trindade, el protagonista de esta primera historia, trabaja desde hace casi 10 años en la venta de paquetes turísticos para Playmotur y la coordinación de pasajeros en esos respectivos viajes. Salvo un paréntesis en la temporada del verano pasado, desde que el COVID llegó al país la actividad se redujo a cero.
“Estábamos en el mejor momento de la empresa, en cuanto a estructura, a personal y a clientes; pero nos llegó una pandemia mundial”, dice sonriendo con resignación.
Hasta ese momento, “yo cumplía horario de oficina de lunes a sábado, siempre y cuando no estuviéramos de viaje”, pero toda esa rutina se frenó de golpe. “Al principio fueron días de incertidumbre, porque no sabíamos para donde disparar” y si bien la relación laboral continuó, de inmediato avizoró que ya no habría comisiones por ventas, ni plus por trabajo en excursiones.

Con la oficina de Playmotur cerrada, la primera reacción fue aprovechar una moto “y salí a hacer mandados”, apuntó Guillermo. Afortunadamente, por el trabajo hecho hasta entonces, “tenía muchos clientes”, pero era un trabajo que los exponía a contacto con mucha gente. En un contexto donde el lema más escuchado era quédate en casa.

Fue así que comenzó a repasar habilidades, recordando de inmediato los conocimientos en tapicería que fueron trasmitidos “por mis padres, mis tíos y mis abuelos”, un árbol genealógico donde abundan los exponentes de la profesión, tanto en suelo argentino como en Uruguay, donde están las raíces.

“Enseguida pensé en las herramientas que tenía desde mi infancia, compré otras y fue así como empecé a hacer trabajos”. Para poner a prueba la memoria, “lo primero que hice fue arreglar mi living, para ver si todavía tenía los conocimientos”.
Con esa prueba superada, “compré algunas estructuras, las tapicé y las vendí”, aprovechando el boca a boca y el mostrar sus trabajos a través de las redes sociales en Instagram y Facebook.
“Gracias a Dios, hasta ahora me han confiado mucho trabajo”, incluso para retapizar “muebles nuevos que se compran por internet, que cuando llegan no es como habían prometido”.

Consultado sobre las particularidades de su nueva profesión, Guillermo acepta que “claramente, entre lo que yo conocía y el presente hay una gran diferencia. Porque tenemos herramientas que nos permiten hacer las cosas mucho más rápido. Como por ejemplo máquinas de coser eléctricas, compresores, engrampadoras, materiales más fuertes y prácticos para trabajar las telas”.

Consultado por cómo se imagina una vez que regrese la actividad turística, Guillermo no descarta “seguir con lo de la tapicería, creo que es algo que voy a continuar haciéndolo, para estar un poco más en casa”. Aunque remarca que “se extraña mucho el contacto con la gente y los viajes, pero bueno, por el momento hay que adaptarse a la nueva normalidad”.