Entre 1999 y 2003 Hernán Orduna fue intendente de Concordia. Eso lo colocó en un lugar caliente durante la crisis de 2001 y el estallido del 19 y 20 de diciembre de ese año. Debió tomar decisiones bajo la presión de saber que la mayoría de los vecinos de la ciudad no tenía para comer y de saber, también, que esa situación representaba una bomba a punto de explotar. Y la explosión se produjo, casi literalmente, en sus manos.

Orduna dialogó con el diario Uno desde Paysandú, Uruguay, donde actualmente ejerce funciones como delegado argentino ante la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU). La propuesta fue sencilla: ejercitar su memoria sobre lo ocurrido 20 años atrás, pero también analizar cuáles fueron las condiciones de posibilidad y cuáles son las explicaciones que le encuentra a la persistencia de los problemas estructurales que encendieron la mecha: la pobreza y la desocupación.

Al mismo tiempo, su relato permite conocer entretelones de aquellos días agitados y trágicos. Un gobernador, Sergio Montiel, que no quería escuchar las advertencias de los intendentes. Una funcionaria municipal que llegó un día horrorizada por el hambre que veía en los barrios. Empresas farmacéuticas que no bajaban las cajas de medicamentos de las camionetas si no cobraban en pesos y en efectivo. Y otras situaciones cotidianas que anticipaban dramáticamente el fin de una era: la del modelo económico instaurado por el menemismo y sostenido por la Alianza.
El ahogo
—¿Cómo encontró la Municipalidad y la ciudad en general cuando asumió la intendencia en 1999? ¿Los problemas que había hacían pensar de alguna manera que podía llegar a suceder lo que sucedió en Concordia, en la provincia y en el país?

—Sí, sí. Yo recibí la Municipalidad en cesación de pagos, con una deuda brutal de 11 millones de pesos-dólares y con deuda vencida, o sea totalmente ejecutable en forma inmediata, por más de 5 millones de pesos-dólares. Así que realmente era una situación muy difícil y en la ciudad se fue complicando, como se fue complicando en toda la Argentina como consecuencia de la convertibilidad, del plan económico que se había establecido en la época de (Carlos) Menem y (Domingo) Cavallo y que la Alianza, con (Fernando) De la Rúa, continuó. Y esto agregado a un bloqueo a que nos lleguen los fondos –nos quitaron los fondos de Salto Grande– para ahogarnos y que explote todo.

“Tuvimos la tranquilidad de que no hubo ni un lastimado en Concordia. En Paraná, lamentablemente, hubo tres personas fallecidas”.

Ahora, mientras eso ocurría y bregábamos para dar vuelta la situación –que logramos hacerlo: cuando terminamos la gestión teníamos una Municipalidad equilibrada, sin deuda vencida, con los mayores sueldos en blanco pagados en la provincia en la administración pública– se fue complicando porque peor iba el gobierno provincial con el doctor (Sergio) Montiel. Llegó un momento que no podía pagar nada, tuvo que emitir bonos, el famoso bono Federal. El bono se devaluó enseguida, entonces no solo que no aumentaron los sueldos, sino que como el bono bajó a la mitad, la consecuencia fue que para todos los empleados públicos provinciales era como si le hubieran bajado el sueldo a la mitad. Los municipios también teníamos el problema así que era una lucha para conseguir pesos para poder pagar una parte de los sueldos a los trabajadores municipales en pesos, y no con los bonos que estaban totalmente devaluados.

—¿Cómo hacían para pagar los sueldos?

—Nosotros empezamos una tarea que nos llevó como dos años: organizar para cobrar a las grandes empresas, todas extranjeras, que vendían en la ciudad con o sin local y que no tributaban, en desmedro del comercio local. Entonces, al comercio local le bajamos un 10% la Tasa de Higiene y empezamos la tarea de cobrarle a las empresas extranjeras, casi todas con domicilio en la Capital Federal, por lo tanto tenían que pagar su deuda en pesos y no en bonos federales. Eso nos posibilitó que mientras todo se caía, en diciembre de 2001, casualmente, empezábamos a levantar la recaudación de una forma importante, lo que nos permitió equilibrar las cuentas a los seis meses. Ahora, el problema es que mientras tanto, no solo que el gobierno provincial pagaba en bonos federales, no solo que el gobierno radical le había bajado el sueldo el 10% a todos los empleados del Estado, sino que se iba atrasando el pago de sueldos. Cuando la situación ya se volvía explosiva y realmente explotaba, el atraso en los sueldos era de tres meses. Lo mismo que en las jubilaciones y lo mismo que en los planes sociales. Era una situación que realmente superaba toda posibilidad. Imagínese usted, en su casa, ¿cómo hace para bancar la familia si le deben tres meses de sueldo? ¡Fue terrible! Entonces, el primer hecho de saqueo fue en Concordia, en un supermercado de calle Diamante, a las dos y pico de la tarde. A las cinco, en otro supermercado que estaba cerrado pero tenía otras sucursales abiertas, en avenida San Lorenzo y Sarmiento. Y cuando la policía fue a reprimir hubo una jueza valiente, Marta González, que ordenó que no reprimiera, con lo cual, si bien había una situación de mucha tensión, no hubo represión. Al día siguiente por la radio salió el ministro de Gobierno de la provincia (Enrique Carbó) a criticarla, a decirle de todo; pero la verdad es que esa decisión tenía todo nuestro apoyo porque nosotros creíamos que era una situación explosiva que no se resolvía con represión, sino repartiendo los recursos para que la gente pudiera vivir con dignidad. A la noche se corrió ya a Concepción del Uruguay, donde el intendente era (José Eduardo) Lauritto. Quince días antes habíamos tenido una reunión de intendentes con el gobernador y nosotros le planteamos la situación desesperante. El gobernador no quiso atender razones y nosotros le dijimos “esto va a reventar”. Él se enojó, se levantó y se fue. Quedó un ministro. Pero la verdad que sí, reventó. Y después se extendió a otras ciudades del país.

—A diferencia de Concordia, donde no hubo víctimas, en Paraná sí hubo…

—Esa es la diferencia. En Concordia no hubo ni un herido. ¿Estamos? Mucha gente fue a bloquear el hipermercado y nos llamaron a nosotros para que tomáramos medidas. Nosotros les dijimos: “Lo que tienen que hacer ustedes es: preparen bolsitas con cinco kilos de alimentos y empiecen a repartir”. No lo quisieron hacer, hasta que tres horas más tarde, ya desesperados, porque ya les iban a destruir el hiper, empezaron a hacer lo que les dijimos nosotros. Realmente, una situación desesperante, desesperante.

—¿La Policía respondía a la jueza?

—Sí, sí, en Concordia la Policía respondió a la orden judicial. Por eso podemos decir hoy, 20 años después, que tuvimos la tranquilidad de que no hubo ni un lastimado en Concordia. En Paraná, lamentablemente, hubo tres personas fallecidas.

¿Dónde están los éxitos de la convertibilidad, los éxitos neoliberales? Fue un desastre lo que consumaron.
Lidiar con el hambre
—¿Cómo recuerda el problema del hambre en Concordia?, que evidentemente era un problema muy importante.

—¡No llegaban los recursos! Imagínese, póngase (en ese lugar) usted o cualquiera que tenga que bancar la familia: si los recursos que tiene asignados no le llegan. Antes le llegaban y estaban devaluados porque le pagaban en bonos. El bono valía la mitad. Ni hablar de medicamentos. Esa era la situación, era algo terrible.

—¿Había en ese momento en la ciudad actores sociales, entidades que colaboraron y ayudaron a hacer frente a la situación?

—Sí, sí, sí. Nosotros teníamos un Consejo de Emergencia Social, donde había sacerdotes de la iglesia católica, había pastores evangélicos, representantes de organizaciones sociales, de comisiones vecinales, de sindicatos estatales. Había mucha participación y eso también ayudó a que la situación estuviera de alguna manera, no controlada, pero por lo menos que todos supieran que lo que llegaba se repartía y se repartía parejo. Había un control municipal administrativo, pero aparte de eso había un control popular. Así que yo me acuerdo cuando llegaron los bonos para Navidad: terminamos repartiéndolos a través de comisarías y escuelas, supervisado no solo por el personal municipal, sino por representantes de la comisión de emergencia. Eran unos bonos especiales que llegaron después de que le planteamos al gobernador de la provincia que por favor diera respuesta porque iba a ser cada vez peor. Bueno, eso nos escuchó y pudimos sortear esa situación. Pero era muy difícil. Además, después con la devaluación fue terrible, porque los precios se triplicaron y la gente seguía ganando lo mismo que antes.

La Municipalidad de Concordia, entre las características que tiene, es uno de los pocos municipios que en aquella época tenía 14 centros de atención primaria. La subsecretaria de Salud viene y me dice que viene horrorizada de la situación de hambre que había en los barrios. Y eso que estaba acostumbrada, porque era de Atención Primaria para la Salud. La doctora Tito. Así que inmediatamente lo que hicimos fue triplicar la compra de alimentos que hacía la Municipalidad. Duplicamos la compra de medicamentos. Estos empresarios de la industria farmacéutica que se enriquecen de una manera que da vergüenza, no nos entregaban si no les pagábamos en pesos y en efectivo. No bajaban las cajas de medicamentos de las camionetas. La orden fue que todos los centros de salud estuvieran abastecidos, porque era la única manera de paliar en parte una situación que era realmente desesperante.

—En tantos años de carrera política, seguramente es uno de los momentos más difíciles que le tocó.

—Sí, muy doloroso sobre todo. Mucho sufrimiento en el pueblo argentino. Esto no era solo algo de Concordia, pasaba en todos lados. No en balde en Paraná pasó lo que pasó, con tres personas fallecidas. Así que sí, sí, la verdad que fue difícil.

Orduna junto al entonces ministro de Acción Social de la Provincia, Rubén Villaverde.
Orduna junto al entonces ministro de Acción Social de la Provincia, Rubén Villaverde.
“La soja no crea trabajo”
—Concordia tiene problemas estructurales de pobreza y desocupación, que cada tanto vuelven a ser noticia a nivel nacional. ¿Qué significa que esto siga pasando, si bien no en los niveles del 2001?

—Mire, yo le voy a dar un caso sencillo. En 1996, cinco años antes del 2001, con la convertibilidad, en el hipermercado de Concordia se vendían naranjas de Israel. Y, a su vez, las patronales citrícolas echaban 3.600 trabajadores, que la Municipalidad tenía que asistir. Ahora, usted me puede decir, ¿cómo una naranja de Israel, que está a miles de kilómetros, puede ser más barata que una naranja de Concordia? Hay que ponerse a pensar seriamente este tipo de cosas, porque la desocupación la sufrimos nosotros. Entonces, ¿dónde están los éxitos de la convertibilidad, los éxitos neoliberales? Fue un desastre lo que consumaron. Y ese es un ejemplo concreto que se lo doy, cortito y al pie.

—¿Que siga habiendo estos problemas en Concordia significa que ese tipo de situaciones se siguen dando?

—Y sí, porque Entre Ríos se ha primarizado mucho. Nosotros lo que necesitamos es industrializar, que la juventud tenga oportunidades laborales, y no se logra eso primarizando. ¿Estamos? Usted tiene la cosecha del arándano: bárbaro, durante tres meses trabaja. Y no sé si trabajan en blanco o trabajan prácticamente en negro. Ahora, los otros nueve meses, ¿qué se hace con toda esa cantidad de trabajadoras? Porque casi todas son mujeres. Y así pasa con una serie de producciones. Esto hay que tenerlo muy presente. No hay otra solución que industrializar. ¿Estamos? La soja no crea trabajo. Creará riqueza para unos muy pocos. Y tenemos que lograr que los jóvenes no se vayan a otras provincias. Si se van no es porque les gusta vagar. Es porque no tienen oportunidades laborales. Y ese es el esfuerzo principal: cómo hacemos para crear trabajo decente y trabajo genuino.