
Durante estos años la dueña del espacio y del comedor, Maria Jose Castro, cocinó en su casa y repartió alimentos entre los vecinos que más lo necesitaban. Todo fue posible gracias a la colaboración de distintos padrinos y personas solidarias de la comunidad. La idea de construir un espacio físico propio comenzó con la confección de mesas y sillas para que los niños pudieran tomar su merienda, y ahora, con la llegada del frío, surgió la necesidad de ampliar con un techo que permita ofrecer almuerzos y cenas bajo resguardo.
