Agrandar imagen La zurda del marrqui Achik conecta en el rostro de Remigio
La zurda del marrqui Achik conecta en el rostro de Remigio
CRÉDITO: El Gráfico
El vuelo que transportaba a gran parte de la delegación argentina rumbo a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 realizó su primera escala en Río de Janeiro. A la hora de hacer el trasbordo para continuar el viaje, el jefe de la delegación de boxeo comprobó horrorizado que le faltaba un pupilo. Con ayuda de la policía aeroportuaria y luego de una extensa búsqueda de casi dos horas, Remigio Daniel Molina reingresó al aeropuerto luego de haber incursionado en la favela lindante al predio donde intercambió su indumentaria olímpica con los habitantes del lugar por productos electrónicos.

La anécdota, que le valió una tremenda reprimenda, pinta de cuerpo entero la temeridad, emparentada con la inconsciencia, con que el oriundo de Concordia vivió toda su carrera deportiva. En España estuvo a nada de colgarse una medalla y llegó a pelear contra los grandes boxeadores de la época. Primer concordiense olímpico, la historia de Remigio Molina es la de un hombre sencillo que desde el sacrificio y la constancia cimentó la trayectoria del mejor pugilista de la provincia de Entre Ríos.

Nació el 6 de noviembre de 1970 en el barrio San Agustín y a los 4 años edad su madre lo internó en el orfanato Juan XXIII. Una década después salió y, sin conocerlo, se fue a vivir con su hermano mayor, Marcelo “Pantera” Molina quien de a poco lo fue iniciando en el boxeo. Las constantes jornadas de guanteo entre ellos y las buenas aptitudes de Remigio moldearon su temple y lo transformaron en un gran boxeador.

Su llegada a la selección nacional fue casi fortuita y se debió a la generosidad de su hermano, quien por unas desavenencias con un entrenador local recomendó a Remigio que fuera a continuar su carrera en Buenos Aires. Instalado en la gran ciudad, vivió un tiempo en la Federación Argentina de Box y luego en el CENARD (Centro de Alto Rendimiento Deportivo), donde fue seleccionado para el equipo olímpico y sacó su boleto a Barcelona en el torneo clasificatorio de Mendoza, en el año 1991.

En tierras catalanas, Remigio inscribió su nombre como el primer deportista concordiense en participar en un Juego Olímpico. En la categoría gallo (51/54 kilos) derrotó en su debut al español Oscar de la Vega por 14-4. En octavos, el vencido fue el mexicano Javier Calderón (5-4) y se colocó a tiro de las medallas al clasificarse a cuartos. En dicha instancia, cayó ante el marroquí Mohamed Achik (15-5) en una pelea en la que, dicen las crónicas de la época, estuvo a una mano de ganar. Con la derrota, Molina quedó a las puertas de asegurarse una presea histórica y, de haber accedido, se hubiera enfrentado al cubano Joel Casamayor (a la postre, medalla de oro) uno de los grandes boxeadores que participaron de Barcelona ’92 y que luego tuvieron grandes carreras, como Oscar de la Hoya (EE.UU) y Félix Savón (Cuba).

Remigio fue ocho veces campeón argentino amateur, campeón sudamericano y subcampeón preolímpico para luego ingresar al campo rentado en el cual peleó en 47 ocasiones con un record de 38 triunfos (14 KO), 8 derrotas y un empate. Llegó a pelear por títulos mundiales con boxeadores de renombre, como jamás pasó con ningún pugilista entrerriano y en el plano local, boxeó con los mejores argentinos de la época.

El 8 de noviembre de 1996, en el NYNEX Arena de Manchester, Remigio se enfrentó al inglés Naseem Hamed por el título del peso pluma de la Organización Mundial de Boxeo. Si bien fue derrota por knock out técnico en el segundo asalto, la imagen que dejó el concordiense yendo al frente en esos dos rounds ante la mejor versión del local fue muy buena y le valieron tener varias peleas en Buenos Aires para, dos años después, optar nuevamente por un cetro mundialista.

En Tijuana, México, y ante una leyenda del boxeo contemporáneo como Erik “el Terrible” Morales, Remigio peleó unos dignísimos seis rounds antes de caer por knock out técnico en un combate válido por el cetro supergallo (54/57 kg) del Consejo Mundial de Boxeo. La derrota, si bien no le permitió dar el salto deseado por él mismo, sirvió para seguir acrecentando su carrera con nuevas peleas en el país donde alternó triunfos y caídas hasta llegar a su última chance mundialista.

En el Hard Rock Hotel y Casino de Las Vegas, Estados Unidos, Remigio envió a la lona en el segundo round al renombrado mexicano Juan Manuel Márquez. Las ilusiones de una resonante victoria del concordiense en ese noviembre de 1999 se fueron desvaneciendo con el paso de las vueltas hasta el KOT del norteamericano en el octavo asalto. Una vez más, el destino le dio la espalda a un Molina que vio cómo se le escapó su última chance en las grandes veladas mundiales. El derrotero de su carrera siguió con algunas peleas más en el país hasta su combate final en Francia, en julio de 2005.

En una nota concedida al diario Uno de Paraná, Remigio contó cómo se dio el final de su carrera: “Fue contra un armenio (Levan Kirakosyan) por el título mundial europeo. La llevaba bien, pegaba fuerte, me habían dolido algunas manos. Cuando llego al séptimo round, me siento y me pongo a pensar ‘para qué quiero un título europeo, si soy sudamericano’. Y ahí me quedé sentado y no salí a pelear” declaró con una sencillez que lo describe como boxeador y persona.

Quienes lo conocieron personalmente destacan esas cualidades en él. Vivió el día a día sin pensar en el mañana. Tanto es así que luego de su retiro, trabajó como sereno, manejó un remís y realizó trabajos de chofer en el PROMAR, entre otros, sin reprocharse nada y disfrutando de la vida y sus amistades. En la faceta deportiva, el recuerdo que dejó en el público, dirigentes, colegas y prensa especializada fue inmejorable. Sergio “Mono” Krunfli, Presidente de la Comisión Municipal de Boxeo de Concordia es categórico a la hora de analizarlo: “es el mayor deportista que ha dado la ciudad. El sueño de todo deportista es llegar a un Juego Olímpico y Remigio lo logró. Y encima casi sacó una medalla. Y como profesional peleó con los mejores del mundo.”

Juan José Noguera es un periodista villaguayense que trabaja en Análisis Digital de Paraná y autor del libro “Entre Olímpicos”, una obra que enumera a todos los deportistas entrerrianos en la cita ecuménica. Consultado sobre la carrera de Remigio, aseveró: “Fue un enorme exponente del boxeo entrerriano y particularmente concordiense, en el más alto nivel del deporte. Construyó desde abajo su carrera a fuerza de sacrificios, esfuerzo y humildad, tres condiciones que siguió teniendo después de su retiro. Muchas veces se topó con figuras excéntricas, encandiladas por la luz de la fama, y las enfrentó teniendo claros sus objetivos.”

Muchas veces injusta, la vida se le apagó pronto a Remigio. Disfrutando del deporte que más lo apasionaba, el fútbol, falleció a los 45 años de edad mientras jugaba un partido en el Club Regatas debido a un paro cardíaco el 18 de septiembre de 2016.
Carismático, amigo de sus amigos, sencillo y despojado de todo tipo de divismos, la vida de Remigio Molina, el boxeador más grande que vieron las tierras entrerrianas, fue la del humilde trabajador que llegó a lo más alto, peleó con hidalguía, y a pesar de no haber accedido a ningún título de campeón argentino o mundial, disfrutó de todo lo obtenido y jamás dejó de compartirlo con quien lo necesitara o lo pidiera.

Una muestra de ello sucedió en plenos Juegos de Barcelona ’92. En un descanso en plena Villa Olímpica, un enorme moreno pasó por donde Remigio se encontraba descansando, le colocó un sombrero en su cabeza y siguió caminando mientras le dijo unas palabras en inglés que, por supuesto, él no entendió. Segundos después, el entonces tenista argentino Javier Frana se le acercó y le preguntó “¿Vos sabés quién es el que te acaba de poner ese sombrero?”. Sin siquiera prestarle mucha atención, Remigio le contestó que no tenía idea “quién es el negro ése” a lo que el hoy comentarista de ESPN le respondió: “Es Michael Jordan”. Sin mucho más preámbulo, el concordiense se quitó el sombrero, se lo obsequió al tenista y siguió descansando. Al otro día tenía que volver a boxear.