El día de la Independencia, que debió haber sido una jornada de festejos donde se celebrara la unidad nacional, terminó convertido en un fárrago motivado por el odio ciego y sinsentido que alientan quienes, desde la marginalidad y las sombras, buscan imponer sus intereses mezquinos por sobre los nacionales

El primer objetivo que expresa el preámbulo de la Constitución para la Nación Argentina es el de “constituir la unión nacional”. Sobre esta base se asientan todos los demás. Y también las libertades, garantías y obligaciones que contiene nuestra carta fundacional. Hoy la unión nacional está en riesgo. Y no por la paparruchada de un trasnochado que pretende la secesión de una provincia.

Los episodios de ayer tuvieron su epicentro en la Capital Federal, donde se produjo la cobarde agresión a periodistas que estaban cubriendo la movilización “anti”. Pero se reprodujeron en muchas partes del país. Paraná, Concordia y Concepción del Uruguay fueron algunos lugares de la provincia donde también se registraron caravanas y bocinazos.

Los principales factores de convocatoria a estas marchas fueron el odio, el rechazo. Ninguno de los manifestantes podía expresar otra cosa cuando balbuceaba razones de porqué estaba en la calle, de qué objetivos se perseguían. Resultaría ingenuo no vincular esta situación con el caldo de cultivo que fue generando la titular del PRO, Patricia Bullrich, durante los días previos y el golpe final que produjo las declaraciones del ex presidente Mauricio Macri.

“No hay que confundir la pandemia con una herramienta para afectar nuestras libertades, empezando con la libertad de expresión, la independencia de los poderes, el funcionamiento de la Justicia o la propiedad privada”, dijo el ex mandatario en su diálogo con Álvaro Vargas Llosa, el hijo del escritor peruano.

Llevaría mucho más que estos pocos párrafos detallar que fue en realidad en su gobierno que el pueblo argentino debió atravesar esas penurias, además de las económicas, pero no es ese el fin. Basta simplemente señalar el cinismo y la desfachatez que aparecen descaradamente en estas palabras cuando son pronunciadas por el ex presidente. El reciente descubrimiento de una red de espionaje ilegal que actuaba en connivencia con un sector de la prensa para perseguir opositores, vigilar y castigar dirigentes sindicales y cuyas ramificaciones en las provincias (en esta particular) pronto terminará de salir a la luz, es apenas un botón de muestra.

El odio estriba sobre el desconocimiento y la ansiedad para generar miedo, un miedo que moviliza a destruir lo que no se conoce. Esta operación parece compleja, pero es en rigor simple. Basta con apelar a los instintos más primarios de la sociedad a la que se amenaza con la pérdida de sus derechos y conjugarlos con la articulación de los sectores más marginales, aquellos que nunca se integraron al sistema democrático que funciona desde 1983 o que, directamente, conspiran siempre para quebrantarlo desde uno u otro sector del arco político.

“Vas a empezar a tener miedo”. La amenaza del energúmeno que se asomó al interior del móvil del canal C5N luego de haber roto el vidrio resume ese panorama oscuro que se presenta como alternativa al de las dificultades cotidianas que tenemos que atravesar como Nación independiente para resolver con nuestro propios recursos los problemas que presenta nuestra democracia imperfecta y aún en construcción.

“Vas a empezar a tener miedo”. Es la síntesis de que la sociedad libre donde incluso este canalla puede decir esto, aunque no evitar sus consecuencias, tiene un peligro en ciernes: caer en las manos de cualquier matón que, efectista como el fascismo en Italia, se lleve puestas las instituciones de la República, con la paradoja de que actúa en su nombre. Hay ejemplos cercanos: Brasil, por caso. La respuesta a los conflictos de la democracia ha de ser más democracia. No menos. }

Publicado en APF Digital