
Cuando llegó al poder, Carlos Menen comenzó de inmediato una serie de profundas reformas del Estado, que equilibraron las cuentas públicas, pero a costas de empujar a la desocupación y a la miseria a un importante número de argentinos.
Durante sus presidencias realizó varias visitas a la provincia de Entre Ríos, con la particularidad que una de las primeras de ellas fue como candidato del año 1989, cuando lucía sus tupidas patillas a lo Chacho Peñaloza y proponía una “Revolución Productiva” y el “Salariazo” para todos los ciudadanos argentinos. Paradójicamente, ese aspirante a la presidencia que recorrió la provincia sobre un tren al grito de “Síganme que no los voy a defraudar”, tomó una de las decisiones que fueron determinantes para el futuro de varios pueblos del interior de la provincia: privatizar y cerrar ramales ferroviarios.
Según datos del Departamento de Estadísticas de Ferrocarriles Argentinos, el proceso de privatización de Menem arrancó con 93.445 empleados en el sistema ferroviario y en poco más de dos años ese número se redujo a 36.557.
El mazazo se completó con el desmantelamiento de las unidades, el cierre de estaciones y la condena a cientos de pueblos que fueron sentenciados prácticamente a desaparecer.